Todo empezó cuando Richard Phipps, dueño de un local de ropa, fue denunciado por algún mojigato gracias a sus maniquíes extra sensuales de Navidad. La policía se hizo presente en el lugar, sólo para descubrir que se trataba de una broma navideña.
Sin embargo, la exagerada acusación le sirvió a Richard para discutir con la policía un robo que había sufrido años antes. Y los maniquíes se quedaron donde estaban, deleitando la vista de todos los clientes.
Una Mankini no le hace daño a nadie.
Fuente: Mirror