Hablamos con Orlando Eijo, psicólogo canino, sobre el mito del suicidio canino. Eijo trabaja en Argentina y lleva casi 40 años dedicándose a los animales, incluso tiene su propia escuela.
–Hay perros que se instalan en los cementerios, junto a las tumbas de sus amos. ¿Qué te transmite eso?
–Ternura, amor.
–Ahora sustituye al perro del cementerio por una madre que ha perdido a su hijo y decide irse a vivir al lado de su lápida.
–Diría que la mujer tiene depresión.
–Exacto. Cuando un perro hace eso, no está mostrando lealtad, ni devoción, amor o altruismo. Está enfermo, sufre una depresión patológica.
Para Orlando Eijo, el duelo de un perro es muy similar al de los humanos. Uno de los estados que puede llevar al suicidio es cuando la tristeza se extiende en el tiempo, cuando no hay reemplazo: “Los perros siempre tienen el recuerdo, pero necesitan un nuevo amigo, u otro dueño, para seguir viviendo. Cuando no lo consigue, la depresión se vuelve patológica, los desequilibra hasta tal punto de llevarlos a la muerte”.
–Entonces, ¿pueden suicidarse?– pregunto.
–Se dice mucho eso de que los perros se tiran por el balcón. En realidad está desequilibrado, no mide las distancias, pierde coordinación. Está tan triste que se cae, no piensa en irse al otro mundo. Digamos que si está triste, o estresado, dejará de comer, pero no pensará que va a morir por ello.
–Pero, ¿eso no sería una reacción instintiva de autodestrucción? ¿Una especie de suicidio natural?
–Sin planificación no hay suicidio. Los perros tienen metacognición, conciencia de sí mismos. Cuando estamos sometidos a mucho estrés, fatiga, al desastre, en general todos los seres vivos tendemos a hacer cosas totalmente desconectadas de la razón. Por ejemplo un adolescente deprimido, estresado y bajo presión, le da por hacer carreras con el coche y conducir a contramano. No tiene planeado matarse. Simplemente lo hace. Por una cuestión matemática, puede morir. ¿Es un suicidio?
Las situaciones más habituales por las que un perro puede terminar mentalmente enfermo son el hacinamiento, la soledad y la falta de actividad física.
El primero es simple estrés social: “Si tienes muchos perros en un espacio pequeño, es habitual que empiecen a hacer lamida acral, se lastiman las patas o la cola, pueden llegar hasta el hueso”.
Casi todas las enfermedades psicosomáticas de los perros ocurren porque viven en pisos pequeños: “Están mucho tiempo solos. Eso, la espera, les genera estrés. Por eso una herida que pica, que hay que lamer, es una gran ocupación, un alivio. Es una forma de autolesionarse y entretenerse”.
Las consecuencias más sorprendentes de la falta de actividad física se dan en las hembras: “Ellas siempre están activas, cazando. Solo cuando las crías son muy pequeñas están quietas. Es muy habitual que a una mascota le suba la leche y empiece a actuar como si acabara de parir. Esto ocurre porque están tan paradas que el cerebro piensa que están en su guarida, y prepara el cuerpo para amamantar”.
Fuente: playgroundmag.net