Compras épicas, únicas, inolvidables… E irrepetibles.
Sin dudas, uno se arriesga un poco cuando compra sin probarse. Pero quién podría imaginar que una silla fuera tamaño Pitufos o que una remera muy masculina fuese, en realidad, un vestido. Y ni hablemos de cuando pide un almohadón personalizado. La comodidad es tentadora, pero también tiene su contrapartida. El futuro podrá tener muchas maravillas, pero estas compras nos hacen querer volver a 1950 y sus clásicas compras de boutique.
¿Vos alguna vez te ensartaste así?